Vender sensaciones y no inmuebles, es el objetivo de la realidad virtual

Cuando hablamos de la realidad virtual (RV en español; VR en inglés) lo primero que nos viene a la mente es un juego. Sin embargo, las aplicaciones de esta nueva tecnología van mucho más allá del ocio, pues para cualquier bien que se pueda realizar ‘a la carta’ son un auténtico boom.
La realidad virtual es un conjunto de tecnologías que recrean escenas u objetos de apariencia real y que crean en el usuario la sensación de ver o estar en un mundo paralelo y distinto, creado por el diseñador. Básicamente, se trata de hacer creer al ser humano que se encuentra delante de algo o en un lugar que no existe o que, simplemente, no está allí.
Para ello, lo principal es engañar a sus ojos con unas gafas o casco de realidad virtual, aunque se pueden aumentar las sensaciones con otros dispositivos como guantes o trajes especiales que permitan una mayor interacción con el entorno, así como intensificar la sensación de realidad.
Su principal diferencia con la realidad aumentada es que no interactúa con el mundo físico, sino que recrea otro paralelo, por lo que se ha de utilizar en lugares donde no existan barreras físicas u objetos que nos impidan ‘sentir’ esa realidad generada por un ordenador.

Realidad virtual
Por eso han supuesto un boom en sectores como el inmobiliario; porque abren un mundo de posibilidades para la venta de inmuebles en rehabilitación o en fase de construcción con una experiencia para el potencial cliente mucho mayor de la que tenía hasta ahora con los vídeos de alta resolución o de 360 grados.
La realidad virtual abre un mundo en 3D que resultaba imposible antes. Un comprador o inversor puede ya no ver, sino sentir, la luz de un edificio desde todas las habitaciones a distintas horas del día sin estar allí, sin que se haya construido todavía, sin que se haya rehabilitado aún. El comprador puede, a través de una buena realidad virtual, valorar aspectos que antes sólo podía percibir ‘in situ’; aspectos que ahora puede incluso sentir.
Las viviendas se vendían antes por fotos, por vídeos, por vídeos de alta resolución en 360 grados, pero ahora se venden por sensaciones, las que pueden llegar a producir las gafas de realidad virtual, en personas que pueden sentir que están en una vivienda y valorar si lo que perciben les gusta. Y pueden estar a miles de kilómetros de distancia y decidir que en su nueva casa las paredes quedarán mejor en color garbanzo que en blanco con sólo ponerse unas gafas.
Porque la clave de la realidad virtual es la sensación -hasta ahora imposible- de ver las cosas en tres dimensiones (3D) lo que supone una inmersión absoluta en la propiedad, incluso a vuelo de pájaro o a la hora del día o la estación del año que se desee.
De esta manera, el visitante se sumerge en la realidad virtual y siente lo que le rodea con una sensación de absoluta realidad y libertad, por lo que se crea una conexión emocional con la vivienda, que ya no se ve, sino que se siente ¡Qué lejos quedan ya los tiempos en los que ver las casas a través del ordenador en vídeo de 360 grados era algo increíble!